Esther Balac responde las preguntas de cuatro expertos en el tema de sexualidad.

Esther habla de sexo. Desde hace seis años lo viene haciendo en su columna en el periódico El Tiempo, en la que aborda, sin pelos en la lengua, pero con conocimiento y una cuota de humor, los temas de sexualidad. A veces polémica, otras hilarante y desparpajada, pero siempre directa y clara, esta mujer acaba de lanzar su libro El club del buen sexo (Editorial Planeta), en el que resuelve las dudas, despeja mitos y hasta habla de los hallazgos científicos en el campo erótico.
Esther Balac nos acompaña en esta edición para responder las preguntas de Alejandra Quintero, Roberto Palacio, Flavia Dos Santos e Isabella Santo Domingo. Escritores y expertos en el tema la entrevistan a calzón 'quitao'.
Isabella Santo domingo
Actriz y escritora de los libros Los caballeros las prefieren brutas, AM/FM, Sexorcismo, Chantillología y Tú y yo: ¿nos amamos o nos soportamos?
Dicen que la práctica hace al maestro y el sexo es práctica. ¿Entonces por qué armar teorías? ¿No será que cuando una pareja acude a un sexólogo para que le diga qué funciona y qué no, es porque la química definitivamente se acabó?
Estoy de acuerdo, Isabella, pero no todo es química pura. Existen reacciones en las que hay que saber mezclar los componentes en sus justas proporciones, y la cama no siempre es el mejor laboratorio. A veces se requiere una ayudita. Pretender que todos nacen aprendidos y que se las saben  todas, también es reduccionista. A veces hasta para saber que la química se acabó se necesita que alguien lo diga, para no seguir cavando en la insatisfacción.
Flavia Dos SantosSexóloga brasileña radicada en Colombia, escritora de Sexo sin misterio y ¿Qué hago con el sexo?
¿Cómo convencer a las personas de que los hombres que sienten placer de ser penetrados analmente no son necesariamente homosexuales?
Flavia, me sorprende que diga que en asuntos de sexo hay que convencer. En esto, al que le gusta le sabe y al que no, pues no. El placer y las emociones a veces no van de la mano y muchas veces se alejan de la cultura y las costumbres. Lo difícil es pelear con estereotipos, pero su pregunta ya es un peldaño arriba.
Roberto Palacio
Autor de los libros Sin pene no hay gloria y Pecar como Dios manda, y columnista de CARRUSEL
¿Te parece en alguna medida cierta (¿te la soportas siquiera?) la frase de Oscar Wilde, en el cuento breve que lleva el mismo nombre, cuando define a la mujer como una 'Esfinge sin secretos'?
Roberto, cuando Wilde describe así a la mujer le está dando los secretos que él le quiere negar. Esfinge sin secretos es un contrasentido. La sola esfinge es, en sí misma, un misterio, invita a buscar un más allá de la piedra tallada, y eso es la mujer: una estructura genética definida, todas iguales en cuanto a músculos, huesos y carne, pero infinitamente variables en cuanto a mentes, sentires, gustos y deseos. Ese es el misterio. Difíciles de interpretar a primera vista, tal vez por lo mismo simples que nos presentamos, que fue en lo que se quedó Wilde, con todo respeto.
Alejandra Quintero
Psicóloga y asesora sexual enfocada en el tratamiento de temas de sexualidad y erotismo, presentadora de El diván rojo y de Sexo a lo bien, por Telemedellín.
Como educadoras sexuales, nosotras buscamos la reducción del tabú, del misterio, de la censura y las prohibiciones sobre los cuerpos y las sexualidades, en procura de la salud sexual. Pero justamente la naturaleza del erotismo es transgresora y requiere las prohibiciones para garantizar su existencia. ¿Sin misterio habrá erotismo? Sin prohibiciones, ¿qué será erótico?
Una cosa es el misterio y otra es la mojigatería. La sexualidad es una función tan natural como íntima, y eso la convierte en un hecho absolutamente personal, lo que hace que las variaciones, limitaciones y las audacias en el tema sean inherentes a cada uno. Y eso hay que respetarlo. Lo inconcebible es que en el mundo de hoy elementos ligados al sentido común y, por encima de todo, a la función sexual sean encubiertos por un manto moral de bien portarse y hasta de pecado. Eso no tiene nada que ver con el erotismo. Y estoy de acuerdo con usted: se requiere cierta dosis de misterio ligado a la intimidad para que sea más grato, pero sin represiones traumáticas que saquen las ganas por la ventana.
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