Hizo un nuevo llamado a poner en marcha reformas.


ROMA.- Antes de aislarse del mundo, el papa Benedicto XVI ha decidido transmitir personalmente su testamento doctrinario y político para que el próximo pontífice se encargue de hacer las reformas que él no pudo concretar.
A través de los diversos mensajes pronunciados en los últimos días, el Santo Padre reiteró la importancia crucial que tiene la renovación de la Iglesia, reafirmó los principios del Concilio Vaticano II y denunció los peligros que representan la hipocresía y las rivalidades internas.
"Tenemos que trabajar para que se realice verdaderamente el Concilio Vaticano II y se renueve la Iglesia", dijo ayer al despedirse de cientos de párrocos de Roma y de seminaristas en el Vaticano. Ese vibrante alegato fue ejecutado esta semana con tal brío que ha dejado asombrados a sus más asiduos observadores: "Éste no es un papa cuya fragilidad física le impida gobernar", sentenció el historiador francés Hervé Yannou.
"Es anciano, pero está en excelentes condiciones", reafirmó el director de L'Osservatore Romano (órgano oficial del Vaticano), Giovanni Maria Vian, cercano al círculo restringido del Papa.
Desde que, el lunes, sorprendió al mundo con el anuncio de su renuncia, en varias ocasiones Benedicto XVI dejó perplejas a sus audiencias hablando durante más de 30 minutos sin notas y con una asombrosa lucidez. En cada ocasión, desencadenó torrentes de aplausos de un auditorio que percibe claramente la trascendencia de sus mensajes.
Se podría decir que su gira de adiós comenzó poco antes de su anuncio oficial; fue el viernes pasado, en el Seminario Romano, donde el Sumo Pontífice acudió a hablar con unos 200 seminaristas.
Benedicto XVI entró en la capilla, se sentó frente el altar, escuchó la lectura de los primeros pasajes de la carta de San Pedro y, enseguida, sin haber tomado una sola nota, pronunció un discurso de 26 minutos. "Era difícil creer que ese discurso no hubiera sido preparado de antemano", recordó Vian.
En su intervención, el Papa recordó que "la Iglesia seguía viva" y dijo: "Otro vendrá. No hay que escuchar a los que anuncian desgracias. El futuro nos pertenece. El futuro pertenece a Dios", una cita de Juan XXIII, particularmente anunciadora de lo que vendría pocos días después.
Cinco días más tarde, Benedicto XVI volvió a lanzar una vibrante advertencia durante la homilía que pronunció en la celebración de la misa del Miércoles de Cenizas, que fue la última misa de su pontificado.
Con voz serena y firme, el Papa habló del "rostro desfigurado de la Iglesia" por culpa de las "divisiones en el cuerpo eclesial". Recordó que Dios "denuncia la hipocresía religiosa y las actitudes que buscan el aplauso y la aprobación" e insistió en la necesidad de "superar individualismos y rivalidades ".
Su gira de despedida continuó ayer y, ante los párrocos romanos, el Papa decidió persistir en su mensaje.
Sin una nota en un discurso de asombrosa claridad y perfectamente ordenado, partió del error de Galileo, pasó por el Holocausto y llegó a la división que sufre la Iglesia en la actualidad.
En ese mensaje de media hora, transmitido en directo por la televisión del Vaticano, el Sumo Pontífice fue marcando los hitos de su pontificado.
Benedicto XVI lamentó que el Concilio Vaticano II (1962-1965) no se haya "realizado" plenamente. Exhortó a los católicos a trabajar para que el verdadero Concilio se concrete y renueve realmente a la Iglesia. "Aún esta por venir el verdadero Concilio, con toda su fuerza espiritual", afirmó.
"La Iglesia no es una organización jurídica ni institucional, sino una organización vital que está en el alma -dijo-. Somos la Iglesia, todos formamos un cuerpo vivo, todos juntos, los creyentes", continuó. Además, los obispos unidos son la continuación de los doce apóstoles y "sustancialmente eso no es una cuestión de poder", recalcó.
Hablando libremente, Joseph Ratzinger recordó las primeras sesiones de aquel Concilio convocado por Juan XXIII, durante el cual los padres sinodales -en particular los alemanes, franceses y holandeses- se habían sublevado contra los textos preparados de antemano y exigieron volver a analizarlos clamando: "Nosotros somos la Iglesia".
Para él, los medios de comunicación reunidos entonces en Roma hicieron "su propio Concilio", dando una visión sobre todo política de aquel momento espiritual. El Papa acusó a esa prensa de dar puntos de vista equivocados que "crean tantas calamidades, tantos problemas", como "los conventos y seminarios cerrados o una liturgia banalizada".
El fervor manifestado en la defensa del Concilio Vaticano II explica por qué ese acontecimiento histórico marcó toda la carrera de Joseph Ratzinger.
Considerado uno de los expertos más imaginativos en la materia, el Papa defendió desde entonces "una renovación de la Iglesia en su continuidad" contra quienes veían el Concilio como una ruptura, incluso como una revolución y el abandono de tradiciones milenarias.
En su calidad de "guardián del dogma" durante los 24 años del pontificado de Juan Pablo II, combatió lo que siempre consideró desviaciones litúrgicas y teológicas, por ejemplo la teología de la liberación en América latina. Una línea de conducta que siguió respetando después de su llegada al trono de San Pedro.
Anteayer, sus palabras de condena a las "hipocresías", "rivalidades" y "divisiones" dentro de la Iglesia fueron interpretadas como una referencia a las luchas internas por el poder y a las intrigas dentro del Vaticano que han marcado sus casi ocho años de pontificado.
Ayer, ante los párrocos, el Papa también calificó las divisiones que signaron al Vaticano II como "una lucha de poder entre diversas posiciones de la Iglesia".
"Esa lucidez permite preguntarse si no ha renunciado simplemente porque, después de tantos años, llegó a la conclusión de que no tiene posibilidades de gobernar", analizó un vaticanista.
La intervención improvisada de Benedicto XVI, quien no usaba anteojos, conmovió una vez más a los asistentes, que lo despidieron con una ovación.
El papa Benedicto XVI había entrado apoyándose en un bastón, mientras los aplausos se mezclaban con las estrofas de "Tu sei Petrus" ("Tú eres Pedro").
Al partir, dijo a todos: "Me retiraré del mundo". Pero agregó: "Aunque desaparezca, estaré siempre cerca de ustedes"..


En México, un golpe

  • El diario italiano La Stampa reveló ayer que el Papa se dio un golpe en la cabeza, en el baño, durante su viaje a México, en marzo del año pasado. Tras esa gira (que incluyó Cuba), Benedicto XVI decidió su renuncia. El vocero del Vaticano, Federico Lombardi, reconoció el hecho, pero descartó que el golpe haya tenido que ver con la dimisión del Papa.
  • De la caída no se supo nada hasta ayer. Según el diario, en la mañana de su último día en México, Benedicto XVI apareció con sangre en el pelo. Consultado por sus colaboradores, el Papa contó que había chocado contra el lavabo cuando entró en el baño a oscuras y buscaba el interruptor de la luz.
Del editor: cómo sigue
Al papado de Benedicto XVI le quedan 13 días. Un tiempo suficiente para nutrir, con sus denuncias y reclamos, el legado que comenzó a construir el lunes.

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