En Nápoles, en el sur de Italia, viven cerca de 3.700 personas en un pequeño poblado llamado Falciano del Massico, perteneciente a la provincia de Caserta. Ha cobrado notoriedad desde que el alcalde Giulio Cesare Fava ha establecido por decreto que en Falciano está prohibido morirse.

La decisión la adoptó a modo de “provocación”, según ha señalado el propio Fava al diario La Stampa, y ha añadido que “la orden ha traído felicidad”.
Lo cierto es que en Falciano no hay cementerio, pues desde que la ciudad se dividió de Carniola, en 1964, nadie advirtió que el cementerio que compartían los habitantes de los dos lugares quedó del lado de Carniola.
Así, cada vez que moría alguien en Falciano para poder enterrarlo debían encontrar nichos en los cementerios de los municipios vecinos. Hubo un proyecto faraónico para construir un moderno cementerio en la localidad, pero su elevado costo hizo imposible avanzar con la iniciativa.

La historia incluye, además, una fuerte rivalidad entre Falciano y Carniola. En 1993 las dos localidades decidieron embarcarse juntos en un proyecto para ampliar el actual cementerio. Las administraciones no lograban ponerse de acuerdo y durante años no hubo avances en las obras. Por eso, Fava decidió retirarse del consorcio e iniciar la construcción de un cementerio propio.

Así, mientras busca los terrenos adecuados para llevar a cabo la obra y con la pelea a cuestas con los habitantes del cementerio más cercano, el alcalde de Falciano ha resuelto que en su pueblo está prohibido morirse, hasta tanto se solucione el problema.
Tan irrisoria suena esta disposición que, como es lógico, en las últimas semanas dos ancianos han cumplido su ciclo de vida y han muerto. “Desafortunadamente, los dos ancianos desobedecieron”, lamenta el alcalde.
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