El amor ha sido el sentimiento por antonomasia, la fuerza motriz que desencadenó la guerra de Troya, que mantuvo estoica a Penélope aguardando sin chistar, que movió a Ulises a cruzar los mares e ignorar a las sirenas y que dejó, al fin, a Helena, encogiéndose de hombros en mitad del tinglado, como diciendo: “Esto no va conmigo”.
 El amor no es un imán que nos hace atraernos entre nosotros. (Corbis)
En consecuencia, el amor es lo que más libros ha suscitado, más canciones ha inspirado, más obras artísticas, en general, ha generado. Y sin embargo, tras tantos años divagando sobre el tema, parece que muchas de las creencias que sostenemos sobre el amor están equivocadas. El especialista en epistemología Jeremy Sherman ha desengranado lo que, a su parecer, son los mitos falsos más extendidos sobre el eros.
1. El amor nos conecta
A menudo pensamos en el amor como una suerte de lazo magnético, un imán que nos hace atraernos entre nosotros, una fuerza química que nos lleva a juntarnos. Pero nada más lejos de la realidad. El amor es aquello que empuja a los seres vivos a conservar y mantener lo que necesitan. Los seres no vivos, como las sustancias químicas o los imanes, se conectan o desconectan sin más, sin ninguna capacidad de esfuerzo por mantener nada.
Esta capacidad de esforzarse para conservar lo que amamos y nos hace bien es signo distintivo de los seres vivosEl amor es, pues, el esfuerzo, el trabajo que dedicamos a mantener las cosas que nos ayudan a estar bien, y amamos de muchas e inconscientes maneras. Como quieres comida, y la necesitas para estar bien, te esfuerzas para que sea accesible. En el mismo sentido, los pulmones y el corazón, en un intercambio de oxígeno y sangre, se aman mutuamente. Claro que no todo amor es recíproco: tú quieres a tus nutrientes, pero ellos no son tan amables contigo.
Lo que estos ejemplos, en fin, quieren mostrar, es que uno no está magnética o químicamente unido a las cosas que ama. Bien al contrario, se trabaja activamente para mantener aquello que nos dolería perder. Esta capacidad de esforzarse para conservar lo que amamos y nos hace bien es signo distintivo de los seres vivos: el amor es aquello que no hacen los sistemas inertes. El amor implica necesariamente vida en el organismo. Siguiendo esta lógica, lo que se muere cuando uno fallece es precisamente esa capacidad de seguir esforzándose en el trabajo constante de mantener activo todo aquello que necesitamos.
2. Puedes amarlo todo
Es bonito pensarlo así, pero es imposible amarlo todo. Nuestra energía y nuestro tiempo son limitados, por lo que nuestro amor también lo es: puedes tener un amor de boquilla para con todas las cosas del mundo, una actitud amable en general. Pero es imposible quererlo todo verdaderamente porque, como estamos viendo, el amor requiere dedicación. Debemos, entonces, elegir qué amar y qué ignorar. Según Sherman, amar una cosa implica necesariamente dejar de amar otra.
Cuando uno está (felizmente) casado, se resiste activamente a los coqueteos de otras personas, no busca más allá, pues tiene lo que necesita. Del mismo modo, cuanto más quieres a tu familia, a tus amigos, a tu país, más esfuerzos haces por que nada destruya aquello que veneras. Esa es la dedicación de la que hablamos: el esfuerzo concentrado en cosas particulares a expensas de otros.
3. El amor y la adicción no tienen nada que ver
Normalmente pensamos en el amor como algo beneficioso y en la adicción como algo perjudicial. Sin embargo, el amor y la adicción se refieren al trabajo destinado a mantener algo sin lo cual, a corto plazo, seríamos incapaces de llevar a cabo dicho esfuerzo. Priva a un hombre de su pareja, a un adicto de su droga, a un animal de su comida y todos sentirán inmediatamente la pérdida de algo de lo que dependen fuertemente. Lo que puede debatirse, en efecto, es cuál es el mejor lugar al que destinar nuestra limitada capacidad de amar: tal vez lo que para uno es devoción, para otro es simplemente adicción, y viceversa.
4. Amamos con mucha frecuencia
¿Amas más cosas de las que no amas? Si piensas en la respuesta a dicha pregunta, probablemente concluyas que sí, que efectivamente, que amas más. Pensarás en la gente a la que quieres y en las labores a las que destinas tu dedicación y atención y concluirás que amas. Nunca se te vendrán a la cabeza los millones de personas o cosas en las que no piensas a diario. ¿Por qué? Precisamente, porque no piensas en ellas.
Sherman compara nuestra limitada capacidad de amar con una luz láser que brilla con definición sobre aquello a lo que apunta, pero no abarca nada más.
Por lo general, amar una cosa es no amar su contraria. Cuanto más quieres a alguien, más odiarás a cualquier persona o cosa que pueda hacerle daño. Cuanto más entusiasmo dedicas a alguna actividad, más te frustra fracasar en ella. Por mucho que lo intente, el ser humano no puede evitar preferir unas cosas a otras. Incluso elegir no tener preferencias es tener la preferencia de mantenerse ecuánime. Nos guste o no, cuanto más queremos una cosa menos nos gusta su contrario.
5. Eres más amoroso que los demás
El amor es un sentimiento  personal que siente uno de manera vívida e intensa, y es fácil pensar que nosotros siempre amamos más que los demás, o que los demás no nos quieren como deberían. No obstante, esa sensación no es nada realista. Como el amor es trabajo, las personas que aman más son aquellas que resultan más eficientes y enérgicas. Pero pensar que nosotros amamos con mayor intensidad que los demás sólo porque experimentamos ese sentimiento de manera vívida no nos lleva a ninguna conclusión real.
 6. Las buenas personas son más amorosas que las malas personas
Querer mucho, o con una gran intensidad, no es necesariamente bueno. Como en casi todo, en el amor no es tan clave la cantidad como la calidad. A este respecto se ha aludido muchas veces, y así lo refiere Sherman, a que Hitler era increíblemente amoroso. Tenía grandes cantidades de energía y constancia que dedicó a amarse a sí mismo y a su ideología. Fue, además, capaz, de convencer a una grandísima cantidad de gente de que amase lo que él mismo veneraba. Lo que importa realmente es a qué dedicas tu capacidad de amar, y cómo lo haces, no la intensidad o la cantidad. Mucho amor mal empleado puede conducir a las conductas más insanas.
7. La religión nos reúne en torno al amor
En lo que a la religión se refiere, Sherman se muestra bastante pragmático. Considera que la historia de la religión es la historia de gente que ha hecho publicidad para reunirnos en torno a un propósito verdadero y original, una versión de Dios, la verdad, la pureza, la rectitud… en otras palabras, intentar volver a lo que sea que llamamos una conexión inicial.
Pero para Sherman no existe un amor original. El universo tiene unos 14 billones de años y, durante los 10 primeros billones, nada amó a nadie. El amor se origina con la vida, unos 4 billones de años atrás. No existe tal vuelta a un amor pasado y perfecto. Aunque puede sonar pesimista, Sherman opina que hay que ver el lado positivo: esto significa que el amor puede adaptarse y evolucionar según el ser humano se desarrolla. Simplemente a lo largo de una vida humana la manera de enfocar el amor puede pasar por miles de etapas distintas.
8. El amor es lo contrario del pensamiento práctico económico
La economía, en su forma más pura y teórica, es un intento de entender los valores dinámicos, cómo las preferencias o el amor se manifiestan en los sistemas vivos. Los economistas hablan de demanda y suministro. La demanda de algo no es sólo una declarada preferencia, sino un compromiso con el esfuerzo. Y el suministro es, fundamentalmente, cuánto trabajo o esfuerzo se necesita para mantener algo.
Del mismo modo, los economistas hablan de bienes intercambiables: probablemente, si tu pareja te deja, puedas encontrar a otra que la sustituya. Si tu frutería cierra, hallarás otra diferente en poco tiempo. Si tu corazón falla, tal vez puedas vivir gracias a un marcapasos. La economía puede parecer fría pero, según Sherman, en realidad habla de cómo el amor realmente funciona.
9. La gente que promueve el amor es virtuosa
Con más frecuencia de la que parece, cuando la gente promueve el amor como una virtud abstracta y universal está pensando, en realidad, en un amor concreto y particular. Normalmente, las personas que abanderan este tipo de amor no están sino haciendo gala de su superioridad moral y su autosuficiencia. Como se ha dicho, el amor es limitado y requiere un esfuerzo constante, y abanderar un amor universal, único y abstracto es, según Sherman, algo que nadie puede hacer con conocimiento de causa.
10. El amor es la respuesta
El amor no es la respuesta, es la pregunta: qué y a quién amar, dado que no se puede dar todo a todo el mundo. Por eso Sherman recomienda olvidarse de esos consejos vagos que instan a amar a todo el mundo, y considera necesario deliberar con cabeza a quién amar, en quién invertir nuestro tiempo y atención, y a quién propiciar nuestras más valiosas atenciones.
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