La cama ha sido, por antonomasia, el mueble del sexo, tanto que para la humanidad el significado de la frase "llevar a la cama" es un sinónimo inequívoco de polvo. De modo que cualquiera espera que a la pregunta '¿cuál es su lugar favorito para el sexo?', la gente ponga al catre en los primeros lugares. Pues no hay tal, a juzgar por los resultados de una encuesta hecha entre señores por una reconocida revista de moda.
Cómo les parece que a los varones las ganas se les disparan sobre un sofá, y aunque la mencionada publicación no aclara el porqué, me atrevo a pensar que lo prefieren en la medida en que se ajusta a sus necesidades: le quita al aquello el tinte trascendental que impone la cama y le agrega el toque atrevido que tanto les gusta.
Entiende uno, entonces, por qué ponen a la ducha en segundo lugar. El agua no sólo es una sensual aliada de los abrazos desnudos, también es un catalizador de caricias, una tercera provocadora que le agrega brillo y nuevas posibilidades a un encuentro íntimo. Y me atrevo a decir que casi tanto como tener sexo frente a un espejo, que es el escenario al que los hombres le dan el tercer lugar. Y aquí sí me sumo a ellos: pocas cosas hay tan provocadoras y afrodisíacas como ver nuestro reflejo entregado al aquello... ¿O no?
A lo que aún no me acostumbro es a la mesa de la cocina, que aparece en el cuarto lugar de la clasificación. No niego que muchos la consideran un lugar distinto y audaz, pero de ahí a ser grato... No creo. Bueno, algunos aclararán que el gusto realmente depende del tipo de cocina, pues en general está sembrada de superficies lustrosas y heladas, cuyo solo contacto puede, en un segundo, matarle las ganas a cualquiera. El piso, en cambio, está entre mis favoritos. A diferencia de los señores, no lo dejaría en el quinto puesto, sino que lo pondría antes que al sofá, que si bien permite acoples, por lo regular limita. El suelo, en cambio, invita, sobre todo si es uno como el de mi casa, que siempre ha estado estratégicamente cubierto por una alfombra sobre la que, se los confieso, he pasado más de una noche. ¡Hasta luego!

ESTHER BALAC
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