El relato parece sacado del guión de una película. En Mérida, un joven matrimonio lleva una vida envidiable. Treintañeros, atractivos, educados y con buenos trabajos, con casa y autos propios, con numerosos amigos y una vida social en la que no cabe el aburrimiento… nadie sospecha que en su intimidad guardan un secreto imposible de ventilar.

Son víctimas de una adicción que, invisible para los demás, ha convertido su matrimonio en una dolorosa impostura. Hace tiempo que el marido ya no obtiene placer del sexo con su esposa, para encender el deseo necesita una computadora entre los dos. El cibersexo es su única fuente de satisfacción.

La joven se queja de que no tienen contacto físico porque él prefiere hacerlo mediante chats eróticos. Sus relaciones se han vuelto artificiales, sin carnalidad.

La historia es real, los protagonistas reales y el problema tan real como preocupante, aunque en Yucatán sólo asome la cara en los consultorios de psiquiatras y terapeutas.

Este extraño comportamiento, señala Miguel Ángel Viveros Erosa, psiquiatra del Centro Médico de Las Américas, tiene su origen en la adicción al sexo, una patología que tiene muchas formas de concretarse -masturbación compulsiva, consumo de pornografía y chats eróticos, visita asidua a prostíbulos, búsqueda ansiosa de amantes- y que es capaz de destruir a quien la padece.

Realidad innegable

La adicción al sexo aún no es reconocida en muchos países y en México, aunque se dice que el 6% de la población la padece, no hay estadísticas oficiales. En Yucatán, dicen los especialistas consultados, es una realidad innegable, pero es difícil conocer su incidencia porque existen muchos tabúes en nuestra sociedad y la gente difícilmente se atreve a revelar que sufre una enfermedad de índole sexual.

“Sin embargo, tenemos que aceptar que existe y debemos prepararnos para tratarla”, comenta Ariel Lugo Rodríguez, director de Salud Mental en Yucatán.

Muchas veces este trastorno, que afecta principalmente a los varones (85% de los casos), comienza en la niñez o la adolescencia, como en el caso de Rafael. “El marido de mi mamá compraba revistas para caballeros y las dejaba en cualquier sitio. Con ellas aprendí a masturbarme a los nueve años, a los 14 ya lo hacía más de 10 veces diarias. Sólo pensaba en eso, se me había vuelto una obsesión, pero en casa nadie sospechaba nada”.

A los 15 años un primo lo llevó con prostitutas. “Regresé al día siguiente y luego muchas veces. Conseguía el dinero de donde fuera. Conforme fui creciendo fui necesitando más. Perseguía a mis compañeras de la escuela, tenía varias novias, buscaba prostitutas, me masturbaba. No podía detenerme porque todo me encendía: un programa en la tele, una foto en el periódico, muchachas en la calle… El deseo no me dejaba vivir. Quería sexo, pero odiaba la necesidad”, dice Rafael, hoy de 32 años y divorciado dos veces. Buscó ayuda sólo hasta que se hizo adicto al alcohol y la mariguana.- Mario S. Durán

Sexoadictos | Breves

Nada hay más lejos del placer que la adicción al sexo, advierten los expertos consultados.

Efectos físicos

Los afectados sufren temblores, ansiedad y síndrome de abstinencia.

¿Qué esconde?

La insatisfacción, las carencias afectivas y las drogas están detrás del padecimiento.

Investigación

En México 6% de la población total: 6.700,000 personas, padecen de conducta sexual compulsiva.
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