MÉXICO, D.F.; 23 de abril (Apro).- En la “guerra a las drogas” de Calderón sí hay un claro vencedor: Joaquín El Chapo Guzmán, el jefe del cartel de Sinaloa. Pero la consolidación de esa victoria antes de que sus tácitos aliados panistas dejen el poder depende de lo que suceda con el cartel de Los Zetas.
El pasado jueves 21, la firma texana Stratfor, dedicada al análisis de inteligencia de los conflictos en el mundo, confirmó lo que muchos, de diversas maneras, han dicho en México desde hace tiempo, que El Chapo y el cartel de Sinaloa son los beneficiados de la violenta estrategia de Calderón.
Después de pasar como el narco del sexenio de Vicente Fox, a quien “se les escapó” del penal de Puente Grande en cuanto el primer panista llegó a Los Pinos, El Chapo es a ojos de todo el mundo el ganador hasta ahora de la campaña sangrienta propiciada por Calderón.
Más testarudos que los dichos del ocupante de Los Pinos de que su estrategia está dirigida a todos los carteles de la droga, los hechos revelan cada vez más la apuesta del gobierno panista por el modelo Sinaloa de narcotráfico.
Hay un acuerdo de facto: debilitar a las organizaciones rivales, reducir la violencia y luego entonces estabilizar de nueva cuenta el mercado ilegal de las drogas pero con un grupo hegemónico, el de Sinaloa.
Esa estrategia ha sido explícita por parte del cartel de Sinaloa, que en mantas desplegadas en varias partes del país le ha pedido a Calderón que le ayude a acabar con Los Zetas para acabar con la violencia.
Funcionarios de Calderón han hecho saber más o menos lo mismo al extranjero. En enero del año pasado, un “alto funcionario de seguridad” le dijo a la revista inglesa The Economist: que ni con 100 mil hombres del Ejército se podría detener al Chapo. En otras palabras: mejor ni dar esa pelea. Además, reconoció su capacidad de operación internacional y, cerca del elogio, dijo que se concentraba en el tráfico de drogas, a diferencia de otras organizaciones delictivas que atentan contra la sociedad.
Ahora, los informantes gubernamentales fueron más explícitos. Aunque la firma usó el término “aparentemente”, dice que el gobierno mexicano está dispuesto a continuar la actual guerra de desgaste entre los cárteles y dejar que el de Sinaloa se fortalezca como de hecho ha ocurrido durante el gobierno de Calderón.
Más clara no pudo ser la empresa en la que trabajan exagentes de seguridad e inteligencia estadunidenses: la desestabilización que comenzó en 2006 con la campaña anticárteles de Calderón rompió el equilibrio entre los grupos y creó vacíos de poder.
Añade: Con la posible excepción de Los Zetas, la fragmentación y vacíos de poder han debilitado o destruido algunos cárteles, mientras que el de Sinaloa no ha sido afectado y es el primer beneficiario.
Stratfor sistematiza los avances del Chapo en los pasados cuatro años: Primero, desplazamiento, aun no acabado, del cartel de Juárez para controlar la principal salida de drogas a Estados Unidos en la frontera con Texas.
Segundo, consolidación de su presencia en la costa del Pacífico, con el empequeñecimiento del cartel de Tijuana, una alianza con lo que resulte de la evolución de La Familia Michoacana y según estima una próxima “conquista” del puerto de Acapulco.
En tercer lugar, el reforzamiento de su presencia en el Golfo de México a través de su alianza con el cartel del Golfo al que refuerza en su batalla contra el cartel paramilitar de Los Zetas. Y como coronación, mayor presencia en la ciudad de México; es decir, en el centro político, económico y militar de México.
Es obvio que el gobierno calderonista no pretende acabar con los cárteles de la droga; sencillamente nadie en el mundo puede ni pretende terminar con el tráfico de drogas y el lucrativo mercado que significa.
Lo que queda, por tanto, es reducir lo más pronto posible la violencia. Pero no será fácil, por lo menos en lo que resta del sexenio y tal vez ya entrado el siguiente, pues la última palabra la tienen por ahora Los Zetas, el cartel que por su extracción militar es el más difícil de enfrentar.
jcarrasco@proceso.com.mx
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