¿Es posible clasificar a nuestras compañeras y novias con arreglo a sus dulces favoritos? Por supuesto que sí. ¿Se desprenden de dichos gustos consecuencias prácticas para guiarnos a la hora de entendérnoslas con ellas? Rotundamente sí. ¿Es descabellado elegir un comportamiento u otro según la bollería que prefiere? Es directamente kamikaze, suicida, enfrentarse a las preguntas de la esfinge sin el comodín del público o elegir el emoticono con que adornas un ‘te quiero’: estás tan perdido como Indiana Jones en una gruta maya dudando entre robar un ídolo fálico o una venus de la fecundidad.
Chica pastel

¿Es adulto o razonable clasificar a las mujeres de esta manera? Es un disparate caprichoso, venal, quimérico. Pero ya me dirás a qué puedes aferrarte en estos tiempos. Sin embargo… tras un exhaustivo estudio de campo hemos encontrado pautas, patrones de conducta, tics que pueden servirte de ayuda a la hora de relacionarte con Ellas.

CUPCAKES
Su sola mención hace que se dispare el nivel de glucosa en sangre. Hoy vivimos bajo el reinado de terror de los cupcakes: a esto se referían los mayas cuando hablaban del final de los tiempos, y existen cuartetas de Nostradamus donde se habla de estos bollos. Los cupcakes son en realidad magdalenas de toda la vida con un copete o frosting de azúcares, lacasitos, almendras, galleta, cookies, peinetas, fruta, dientes de Keira Knightley, nudillos de chimpancé… Todo cuanto se te ocurra tiene cabida en la corona de un cupcake.

Suelen tener un bizcocho reseco, pero toda la festiva parafernalia lo justifica. Sin duda sus partidarias son fanáticas de las tendencias, encarnaciones average de Carrie Bradshaw, devotas de la femineidad tal como la divulgan los mass media. Su sueño más húmedo consiste en ser masajeadas por oompa loompas con priapismo junto a charcas de chocolate fundido. La dulzura es enemiga de la lujuria, y nadie en su sano juicio querría vivir atrapado en el empalagoso vídeo ‘California Gurls’ junto a Katy Perry lanzando chorretones de nata montada de sus pechos. O sí, qué diablos, ya lo creo que sí.

MACARONS
Los has visto en las pastelerías chic de la city: bandejas con galletas de todos los colores de la carta de ajuste. Fueron inventados en su forma actual por la lujosa pastelería parisina Ladurée. Que sea algo francés debe ponerte en guardia de inmediato. Son tan bonitos como los pómulos de Carla Bruni mecidos por la brisa en Antibes, y contemplarlos te hace sentir tan rústico como un estibador de Marsella que no se ha duchado en tres meses. Esta paradoja te excita. El snobímetro puntúa altísimo aquí.

Tendrás que acostumbrarte a meriendas con tu chica sosteniendo la taza de té con el meñique alzado, acompañarla a outlets guerrilla en áticos del barrio de Salamanca, te sentirás inmerso a jornada completa en un capítulo de ‘We love Tamara’. Existe una variedad más destructiva y encantadora: los ‘luxemburgerli’, más pequeños y esponjosos. Te cuesta entender este fenómeno, tanto o más que a Marc Gasol hablando con su compañía de seguros.

A ella le chiflan los macarons: estás listo para ahorcarte con las cuerdas del ukelele de Zooey Deschanel.

MACARÓCTELS
Has leído bien. A estas alturas todos los poros de tu piel deben estar contraídos, los nervios tensados por una atávica voz de alerta mientras el homínido primordial del que desciendes te susurra en el córtex instrucciones de defensa. Suma a todo lo que hemos dicho de los macarons los tics de la religión contemporánea del gin-tonic. Macarons rellenos de crema de ginebra y mermelada de pepino. Macarons de piña colada. Macarons de cosmopolitan… Existen.

Sabemos que eres vulnerable, hasta la Estrella de la Muerte tenía defectos estructurales. No hablamos de la tarta al whisky o de bombones de licor. Esto ya ha ido demasiado lejos. Corre en dirección contraria. Rápido.

CRONUTS
Se trata de un giro de tuerca espectacular en las pastelerías de la metrópoli: donuts con masa de croissant. El almuerzo del honrado sheriff trufado de corrupción versallesca. Chuck Norris meets les Champs-Élysées. Oh, sí. 2013 fue un año duro. Sobre nuestras castigadas espaldas cayeron Gia Coppola y el deliberado intimismo indie de ‘Palo Alto’ (si no tuviste bastante con la desmayada filmografía de Sofia, el apellido Coppola se multiplica en los photocalls como las cabezas de la Hidra). Depardieu abandonó Francia. Guardiola abandonó Nueva York. Mourinho abandonó Madrid. Y llegaron los cronuts.

Si tu novia es aficionada a ellos prepárate vivir con alguien lleno de contradicciones: comerá torreznos en la gastroteca, le pedirá una de Rocío Durcal al DJ de Fabrik. Es lo que desayunan las frías ejecutivas españolas que se desplazan en sus coches coreanos. Y mientras, tú, sigues sin entender nada.

YEMAS DE SANTA TERESA
Quien dice yemas, dice tortas de anís, cortadillos de cidra… repostería de convento, dulces de antaño, hechos con manos virginales, con almíbar de lágrimas de novicia y manos de azucena. Una chica clásica, de las que gustarían a tu madre. Prepárate para trasnochar mucho (concretamente en las vigilias de la Inmaculada). En el iPod lleva Flos Mariae, canto gregoriano y podcasts de Cuca García Vinuesa. Ya estás tardando en guardar todo el atrezzo de hipster. Lo que se lleva es el rollete de la Ivy league y las mangas del jersey enlazadas sobre el pecho, los zapatos castellanos y la contabilidad en B.

Ya está bien de golfería y de peinar tu distrito postal con el Tinder en busca de la carne fresca. Cuando la gran tormenta de fuego descienda sobre Sodoma, tú serás el nuevo Lot escapando sano y salvo abrazado a esta chiquilla.

MATCHA KASUTERA
Hablamos de esos bizcochos de té matcha a los que los japoneses son adictos, con ese improbable pero atractivo color verde marciano. Aunque de origen español (se trata de una versión autóctona de la ‘castella’), su ingesta nos traslada a los legendarios jardines de Kyoto pero suspendidos del brillante acetato de las gafas de Isabel Coixet. Prepárate para adorar a una muchacha de fuerte acento espiritual. Duerme en un tatami y tamborilea con sus pies subida a sus sandalias de madera, te mira como un ciervo amedrentado por un carro de combate de la OTAN, agachando la cabeza, susurrando esquemáticos votos de aceptación y anhelo. Amas a una otaku.

Tendrás que familiarizarte con las figuras femeninas que salpican la narrativa de Murakami: tu chica sucumbirá pronto a un vacío interior y adoptará un aire triste. Piensa que podía haber sido peor: ellas preferían antes a Cortázar, que pergeñó a la Maga, sin duda la tipa más insufrible y asquerosa de la historia de la literatura y role model de las intensas de los sesentas/setentas.

BAKLAVA
Hablamos de esos pastelitos turcos a base de hojaldre, con pasta de nueces y pistachos. Uno alberga la legítima sospecha de que han permanecido en un baño de miel desde la era paleozoica. Según les hincas el diente notas como la caries se abre paso a través de tus puestos fronterizos dentales en una maniobra invasiva de tipo Blitzkrieg. Careces incluso de fuerza para separar la mandíbula, víctima de la devastadora trampa de un almíbar con densidad mercurial. Dos bocados bastan para sentirte tan lleno como si acabaras de comerte un camello en Sanliurfa rodeado de pastores. Los baklava decoran las vitrinas de los döner kebab, fuera de allí es un alimento inencontrable, y tu chica acostumbra a merodear por Lavapiés.

Revisa tu dress code, deshazte de tu caro shahtoosh y sustitúyelo por el mantel de Arafat. La idea que ella tiene de una atmósfera de complicidad es sentarse en un puff de La Tabacalera mientras la coleta de Pablo Iglesias abanica el aire con un poderoso aleteo cívico y vosotros dos discutís sobre el concepto de hegemonía en Antonio Gramsci. Y es que siempre suspiraste por Silke.
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