‘Actualmente, en México el rostro de los pobres es el rostro de las víctimas de la violencia. De manera que para el Episcopado Mexicano la opción preferencial por los pobres es la opción por las víctimas. Nosotros les ayudamos a sanar sus heridas, a que se les haga justicia y a recuperar la esperanza’
domingo, 23 de marzo de 2014
ACAPULCO, GRO. (Apro).- El sacerdote Jesús Mendoza, encargado de iniciar en Guerrero un ambicioso proyecto eclesiástico para atender a las víctimas de la violencia, asegura enfático: "Actualmente, en México el rostro de los pobres es el rostro de las víctimas de la violencia. De manera que para el Episcopado Mexicano la opción preferencial por los pobres es la opción por las víctimas. Nosotros les ayudamos a sanar sus heridas, a que se les haga justicia y a recuperar la esperanza".
—¿Tan grave está la situación que ya nos convertimos en un país de víctimas? —se le pregunta.
—El problema de las víctimas es tan tremendo que ya tenemos una sociedad enferma: enferma de miedo, rabia, impotencia, desesperación, angustia y deseos de venganza. A tal extremo hemos llegado que el de las víctimas ya se convirtió en un gravísimo problema de salud pública. Y nos esperan tiempos más difíciles si el Estado, principalmente el sector salud, sigue sin asumir su responsabilidad de atender a este amplio sector de la población que cada día crece más.
Ante el abandono gubernamental, la Comisión para la Pastoral Social, dependiente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), decidió hace dos años instaurar un programa nacional de atención a víctimas. Acordó entonces que la arquidiócesis de Acapulco —por tener los más altos índices de violencia— lanzara el programa piloto. El padre Mendoza fue el encargado de hacerlo.
—El programa piloto lo iniciamos en mayo de 2012. En la arquidiócesis veníamos trabajando con víctimas desde tiempo atrás, sólo que de manera lírica. Nos dimos cuenta de que vivíamos una situación de emergencia que nos rebasaba porque las víctimas llegaban a las parroquias a pedirnos auxilio. Para hacer el proyecto vinieron expertos del episcopado colombiano que nos ayudaron a diseñarlo, pues la Iglesia en Colombia tiene mucha experiencia en el tema.
CENTROS DE ESCUCHA
Así empezaron a surgir en la arquidiócesis de Acapulco los llamados "centros de escucha" y los "talleres vivenciales de sanación", entre otros espacios donde las víctimas de la violencia reciben atención psicológica y asesoría jurídica.
Según las estadísticas de la propia arquidiócesis, de octubre de 2012 a enero de este año atendió a mil 58 víctimas; a 112 familias golpeadas por la violencia; a 599 personas se les dio "acompañamiento psicosocial", y a 85 víctimas se les asesoró jurídicamente.
Entrevistado en su oficina –ubicada en la zona de Caleta y en cuya puerta de acceso dice "Pastoral del consuelo"–, el padre Mendoza explica: "Por lo general las víctimas se acercan por primera vez a nosotros a través de la pastoral; llegan a las parroquias para pedir exequias por algún familiar asesinado, una misa por algún desaparecido o simplemente buscando consuelo por un secuestro. Llegan deshechas. Sin embargo hay víctimas que se encierran en sus casas y viven aisladas en su dolor. A ésas las buscamos nosotros. En algunas parroquias tenemos equipos de pastoral encargados de detectar a esas familias afectadas. Tocamos a su puerta y las invitamos a los centros de escucha".
—¿Cuántos centros de escucha han abierto?
—Ya están operando seis centros en la ciudad de Acapulco y uno en la Costa Grande, concretamente en el municipio de Tecpan de Galeana. Estamos por abrir más centros a lo largo de los 500 kilómetros de franja costera que comprende la arquidiócesis. En la Costa Grande pronto abriremos uno más en el municipio de Tecpan y otro en Zacualpan. Y en la Costa Chica, uno en Copala y otro en Marquelia. Nuestra intención es atender a las víctimas en su propia comunidad. Todos los centros de escucha están en el interior de las parroquias para mayor seguridad. Así las víctimas quedan más protegidas de las bandas del crimen organizado.
EL RASTRO DE LA SANGRE
Una mujer de Acapulco cuya hija fue secuestrada y asesinada —y quien prefiere omitir su nombre por seguridad— cuenta su caso:
—Mi hija era una estudiante universitaria de arquitectura de 20 años de edad. La secuestraron en octubre de 2010. Los secuestradores me pidieron 30 mil pesos por el rescate. Los pagué. Pero aun así mi hija apareció muerta a los 11 días del secuestro. Por lo menos encontré su cadáver y los criminales fueron capturados, aunque el proceso legal continúa y está muy viciado.
"La pérdida nos afectó muchísimo a mí y a mi hijo de 10 años. Yo no podía dormir ni comer. Tenía mucho miedo y no salía a la calle. Pedí apoyo psicológico a la Procuraduría estatal y a la Procuraduría General de la República. Toqué otras puertas en el Gobierno, pero me di cuenta que el apoyo gubernamental a las víctimas es pura fantasía y la famosa Ley de Víctimas es un cuento de hadas.
"A principios del año pasado supe que la Iglesia estaba abriendo centros de apoyo para las víctimas. Acudí a uno junto con mi hijo y mis papás. Sus terapias me están ayudando bastante. Sobre todo encontré el consuelo que necesitaba. Empecé a comer y a dormir sin necesidad de pastillas, también a recuperar el rumbo de mi vida. Y ya puedo decir que mi hijo está volviendo a la normalidad".
En septiembre de 2012 se abrió el primer centro de escucha en el templo de San Antonio de Padua, situado en la colonia Hogar Moderno, una hacinada zona popular de Acapulco muy apabullada por la delincuencia, la drogadicción y el desempleo.
El joven sacerdote Bulmaro Hernández, párroco del templo, dice preocupado: "Aquí la gente tiene miedo de salir por las noches porque está siendo muy afectada por el crimen. A mí con frecuencia me toca celebrar exequias por los asesinados".
El religioso sube unas escaleras de la casa parroquial y, al llegar a la planta alta, muestra un salón de muros azules. Hay dos largos sillones, algunas sillas y juguetes de plástico regados en el piso. Mientras invita a pasar comenta: "Este es nuestro centro de escucha. Aquí damos terapia individual y familiar. Tenemos que hacerlo porque en Guerrero no hay ninguna institución de gobierno que atienda psicológicamente a las víctimas".
LOS PROFESIONALES
—¿Quiénes lo apoyan en su trabajo parroquial?
—Un equipo de dos psicoterapeutas y una abogada. Ellos son, digamos, los profesionales. Aunque en realidad la comunidad también apoya mucho; desde la anciana que reza el rosario y trae una víctima, hasta el maestro de escuela que nos apoya con sus alumnos huérfanos por la violencia.
—¿Es un trabajo comunitario?
—Sí, incluso de apoyo mutuo entre las propias víctimas. Yo mismo soy una víctima más… hace siete años sufrí el secuestro de una hermana.
Los 13 psicoterapeutas que, por el momento, están trabajando en el proyecto son coordinados por las psicólogas Sonia Quezada y Maritza Blanco, quienes señalan:
"Los trastornos de las víctimas van en la línea del estrés postraumático y sus síntomas asociados: depresión, ansiedad, delirio de persecución, aislamiento, alteración del sueño y del apetito. Estos problemas se agravan aún más cuando hay estigmatización social, pues es común que la gente diga: ‘Te mataron a un familiar porque seguramente andaba en malos pasos’. Este rechazo provoca una mayor exclusión social de las víctimas".
—¿Y qué tipo de terapia realizan ustedes para ayudarlas?
—Se enfoca en la escucha principalmente. Las víctimas necesitan mucho ser escuchadas para poder sacar sus emociones y tener una catarsis, de ahí que los centros se llamen precisamente ‘de escucha’, donde se les atiende de manera individual o familiar, según el caso, pues es común que las relaciones familiares resulten muy dañadas. Nosotros les ayudamos a gestionar sus emociones y a tomar conciencia de sus fortalezas para seguir adelante.
"Aparte realizamos terapia de grupos a través de los talleres vivenciales de sanación, en los que participan víctimas de algunos centros de escucha. Por lo mismo, estos talleres son muy concurridos, se realizan en salones más amplios y duran todo un día. La víctima cuenta ante las demás lo que le duele. El hecho trágico no debe olvidarse, sino ser recordado para poder superar la experiencia traumática. Además la intención es juntar a las víctimas para que no se sientan aisladas".
Los trabajos de asesoría jurídica los coordina la abogada Nury Peralta, quien indica: "Al llegar las víctimas a los centros de escucha les hacemos ver que tienen el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación del daño. Y las instamos a levantar una denuncia. De ahí que la etapa jurídica sea generalmente la última".
MUCHO MIEDO
—¿Qué porcentaje interpone una denuncia formal?
—Muy pocas víctimas se atreven a denunciar, serán alrededor de 8%. La mayoría no lo hace por miedo a sus victimarios, pues éstos generalmente las amenazan. Otras víctimas desisten al padecer los maltratos en los tribunales. La justicia en México es muy lenta. Hasta el momento no ha habido ninguna sentencia en los casos a los que damos acompañamiento jurídico.
La arquidiócesis realiza su trabajo en un clima de violencia extrema. Acapulco, por ejemplo, es actualmente la ciudad más violenta del país, con 883 averiguaciones previas por homicidio doloso documentadas sólo en 2013. Y Guerrero es el estado más violento, ya que registró 2 mil 457 ejecuciones de diciembre de 2012 a enero de este año, según información publicada por el semanario Zeta de Tijuana.
Y en el estudio Proceso de construcción de la paz en la arquidiócesis de Acapulco, elaborado por la propia arquidiócesis, se abunda sobre Acapulco:
"En una ciudad con una población de un millón de habitantes, se puede decir que la mayoría de la población ha sido víctima de alguna forma de violencia, como las extorsiones, las amenazas y el cobro de piso, esto debido a que por cada víctima de la violencia que se registra de manera directa, hay un entorno de 10 personas más que son afectadas de forma indirecta. Los secuestros se han desarrollado con mucha amplitud, pues hay que decir que cualquier acapulqueño es secuestrable".
El estudio añade que desde hace "cinco décadas" el narcotráfico se enseñorea en la región, empezando con el cultivo de mariguana y después con el de la amapola. Y en Acapulco —"puerto de alcance internacional"— se tuvo también que "responder a la demanda de drogas que ciertos sectores del turismo requiere".
PUGNA ENTRE CÁRTELES
Fue a partir de 2005 —prosigue el estudio— cuando en el puerto empezaron perpetrarse los asesinatos y los ajustes de cuentas entre los grupos criminales.
Sobre este punto, el padre Mendoza señala: "En varias zonas de Guerrero se están presentando pugnas entre los cárteles de la droga. En la Costa Grande, sobre todo en los municipios de Tecpan, Petatlán y Zihuatanejo, se está posicionando el Cártel de Jalisco, que ha logrado replegar hacia Michoacán a Los Caballeros Templarios.
"En la Tierra Caliente y en el centro del estado tienen más presencia Los Rojos, que derivan del grupo de los Beltrán Leyva. Pero también se habla de la presencia de Los Zetas.
"Y en Acapulco hay una pulverización de grupos. Pero los predominantes son el Cártel Independiente de Acapulco, que controla la zona urbana, y La Barredora, cuya presencia se observa principalmente en el área suburbana".
El sacerdote sintetiza: Toda la trama del crimen organizado ya se incubó en la sociedad guerrerense y tiene un componente social muy fuerte: "Por citar un caso; aquí en Acapulco todo el sector del comercio informal está funcionando a partir de la dinámica implantada por los grupos criminales. Por eso es un desatino del Estado aplicar una estrategia militar y policiaca para combatir el problema. Primero debe haber oportunidades de desarrollo para la población".
Ante este escenario, advierte que si las víctimas no son atendidas pueden convertirse en victimarios por sus deseos de venganza, "y así caemos en una espiral de violencia incontenible". Por eso, puntualiza Mendoza, el enfoque global de este trabajo es la construcción de la paz. "En este momento evangelizar en México es construir la paz. Mi trabajo cotidiano se inspira en la exhortación del Papa Francisco Evangelii Gaudium, que considero programática de su pontificado".
RODRIGO VERA
—¿Tan grave está la situación que ya nos convertimos en un país de víctimas? —se le pregunta.
—El problema de las víctimas es tan tremendo que ya tenemos una sociedad enferma: enferma de miedo, rabia, impotencia, desesperación, angustia y deseos de venganza. A tal extremo hemos llegado que el de las víctimas ya se convirtió en un gravísimo problema de salud pública. Y nos esperan tiempos más difíciles si el Estado, principalmente el sector salud, sigue sin asumir su responsabilidad de atender a este amplio sector de la población que cada día crece más.
Ante el abandono gubernamental, la Comisión para la Pastoral Social, dependiente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), decidió hace dos años instaurar un programa nacional de atención a víctimas. Acordó entonces que la arquidiócesis de Acapulco —por tener los más altos índices de violencia— lanzara el programa piloto. El padre Mendoza fue el encargado de hacerlo.
—El programa piloto lo iniciamos en mayo de 2012. En la arquidiócesis veníamos trabajando con víctimas desde tiempo atrás, sólo que de manera lírica. Nos dimos cuenta de que vivíamos una situación de emergencia que nos rebasaba porque las víctimas llegaban a las parroquias a pedirnos auxilio. Para hacer el proyecto vinieron expertos del episcopado colombiano que nos ayudaron a diseñarlo, pues la Iglesia en Colombia tiene mucha experiencia en el tema.
CENTROS DE ESCUCHA
Así empezaron a surgir en la arquidiócesis de Acapulco los llamados "centros de escucha" y los "talleres vivenciales de sanación", entre otros espacios donde las víctimas de la violencia reciben atención psicológica y asesoría jurídica.
Según las estadísticas de la propia arquidiócesis, de octubre de 2012 a enero de este año atendió a mil 58 víctimas; a 112 familias golpeadas por la violencia; a 599 personas se les dio "acompañamiento psicosocial", y a 85 víctimas se les asesoró jurídicamente.
Entrevistado en su oficina –ubicada en la zona de Caleta y en cuya puerta de acceso dice "Pastoral del consuelo"–, el padre Mendoza explica: "Por lo general las víctimas se acercan por primera vez a nosotros a través de la pastoral; llegan a las parroquias para pedir exequias por algún familiar asesinado, una misa por algún desaparecido o simplemente buscando consuelo por un secuestro. Llegan deshechas. Sin embargo hay víctimas que se encierran en sus casas y viven aisladas en su dolor. A ésas las buscamos nosotros. En algunas parroquias tenemos equipos de pastoral encargados de detectar a esas familias afectadas. Tocamos a su puerta y las invitamos a los centros de escucha".
—¿Cuántos centros de escucha han abierto?
—Ya están operando seis centros en la ciudad de Acapulco y uno en la Costa Grande, concretamente en el municipio de Tecpan de Galeana. Estamos por abrir más centros a lo largo de los 500 kilómetros de franja costera que comprende la arquidiócesis. En la Costa Grande pronto abriremos uno más en el municipio de Tecpan y otro en Zacualpan. Y en la Costa Chica, uno en Copala y otro en Marquelia. Nuestra intención es atender a las víctimas en su propia comunidad. Todos los centros de escucha están en el interior de las parroquias para mayor seguridad. Así las víctimas quedan más protegidas de las bandas del crimen organizado.
EL RASTRO DE LA SANGRE
Una mujer de Acapulco cuya hija fue secuestrada y asesinada —y quien prefiere omitir su nombre por seguridad— cuenta su caso:
—Mi hija era una estudiante universitaria de arquitectura de 20 años de edad. La secuestraron en octubre de 2010. Los secuestradores me pidieron 30 mil pesos por el rescate. Los pagué. Pero aun así mi hija apareció muerta a los 11 días del secuestro. Por lo menos encontré su cadáver y los criminales fueron capturados, aunque el proceso legal continúa y está muy viciado.
"La pérdida nos afectó muchísimo a mí y a mi hijo de 10 años. Yo no podía dormir ni comer. Tenía mucho miedo y no salía a la calle. Pedí apoyo psicológico a la Procuraduría estatal y a la Procuraduría General de la República. Toqué otras puertas en el Gobierno, pero me di cuenta que el apoyo gubernamental a las víctimas es pura fantasía y la famosa Ley de Víctimas es un cuento de hadas.
"A principios del año pasado supe que la Iglesia estaba abriendo centros de apoyo para las víctimas. Acudí a uno junto con mi hijo y mis papás. Sus terapias me están ayudando bastante. Sobre todo encontré el consuelo que necesitaba. Empecé a comer y a dormir sin necesidad de pastillas, también a recuperar el rumbo de mi vida. Y ya puedo decir que mi hijo está volviendo a la normalidad".
En septiembre de 2012 se abrió el primer centro de escucha en el templo de San Antonio de Padua, situado en la colonia Hogar Moderno, una hacinada zona popular de Acapulco muy apabullada por la delincuencia, la drogadicción y el desempleo.
El joven sacerdote Bulmaro Hernández, párroco del templo, dice preocupado: "Aquí la gente tiene miedo de salir por las noches porque está siendo muy afectada por el crimen. A mí con frecuencia me toca celebrar exequias por los asesinados".
El religioso sube unas escaleras de la casa parroquial y, al llegar a la planta alta, muestra un salón de muros azules. Hay dos largos sillones, algunas sillas y juguetes de plástico regados en el piso. Mientras invita a pasar comenta: "Este es nuestro centro de escucha. Aquí damos terapia individual y familiar. Tenemos que hacerlo porque en Guerrero no hay ninguna institución de gobierno que atienda psicológicamente a las víctimas".
LOS PROFESIONALES
—¿Quiénes lo apoyan en su trabajo parroquial?
—Un equipo de dos psicoterapeutas y una abogada. Ellos son, digamos, los profesionales. Aunque en realidad la comunidad también apoya mucho; desde la anciana que reza el rosario y trae una víctima, hasta el maestro de escuela que nos apoya con sus alumnos huérfanos por la violencia.
—¿Es un trabajo comunitario?
—Sí, incluso de apoyo mutuo entre las propias víctimas. Yo mismo soy una víctima más… hace siete años sufrí el secuestro de una hermana.
Los 13 psicoterapeutas que, por el momento, están trabajando en el proyecto son coordinados por las psicólogas Sonia Quezada y Maritza Blanco, quienes señalan:
"Los trastornos de las víctimas van en la línea del estrés postraumático y sus síntomas asociados: depresión, ansiedad, delirio de persecución, aislamiento, alteración del sueño y del apetito. Estos problemas se agravan aún más cuando hay estigmatización social, pues es común que la gente diga: ‘Te mataron a un familiar porque seguramente andaba en malos pasos’. Este rechazo provoca una mayor exclusión social de las víctimas".
—¿Y qué tipo de terapia realizan ustedes para ayudarlas?
—Se enfoca en la escucha principalmente. Las víctimas necesitan mucho ser escuchadas para poder sacar sus emociones y tener una catarsis, de ahí que los centros se llamen precisamente ‘de escucha’, donde se les atiende de manera individual o familiar, según el caso, pues es común que las relaciones familiares resulten muy dañadas. Nosotros les ayudamos a gestionar sus emociones y a tomar conciencia de sus fortalezas para seguir adelante.
"Aparte realizamos terapia de grupos a través de los talleres vivenciales de sanación, en los que participan víctimas de algunos centros de escucha. Por lo mismo, estos talleres son muy concurridos, se realizan en salones más amplios y duran todo un día. La víctima cuenta ante las demás lo que le duele. El hecho trágico no debe olvidarse, sino ser recordado para poder superar la experiencia traumática. Además la intención es juntar a las víctimas para que no se sientan aisladas".
Los trabajos de asesoría jurídica los coordina la abogada Nury Peralta, quien indica: "Al llegar las víctimas a los centros de escucha les hacemos ver que tienen el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación del daño. Y las instamos a levantar una denuncia. De ahí que la etapa jurídica sea generalmente la última".
MUCHO MIEDO
—¿Qué porcentaje interpone una denuncia formal?
—Muy pocas víctimas se atreven a denunciar, serán alrededor de 8%. La mayoría no lo hace por miedo a sus victimarios, pues éstos generalmente las amenazan. Otras víctimas desisten al padecer los maltratos en los tribunales. La justicia en México es muy lenta. Hasta el momento no ha habido ninguna sentencia en los casos a los que damos acompañamiento jurídico.
La arquidiócesis realiza su trabajo en un clima de violencia extrema. Acapulco, por ejemplo, es actualmente la ciudad más violenta del país, con 883 averiguaciones previas por homicidio doloso documentadas sólo en 2013. Y Guerrero es el estado más violento, ya que registró 2 mil 457 ejecuciones de diciembre de 2012 a enero de este año, según información publicada por el semanario Zeta de Tijuana.
Y en el estudio Proceso de construcción de la paz en la arquidiócesis de Acapulco, elaborado por la propia arquidiócesis, se abunda sobre Acapulco:
"En una ciudad con una población de un millón de habitantes, se puede decir que la mayoría de la población ha sido víctima de alguna forma de violencia, como las extorsiones, las amenazas y el cobro de piso, esto debido a que por cada víctima de la violencia que se registra de manera directa, hay un entorno de 10 personas más que son afectadas de forma indirecta. Los secuestros se han desarrollado con mucha amplitud, pues hay que decir que cualquier acapulqueño es secuestrable".
El estudio añade que desde hace "cinco décadas" el narcotráfico se enseñorea en la región, empezando con el cultivo de mariguana y después con el de la amapola. Y en Acapulco —"puerto de alcance internacional"— se tuvo también que "responder a la demanda de drogas que ciertos sectores del turismo requiere".
PUGNA ENTRE CÁRTELES
Fue a partir de 2005 —prosigue el estudio— cuando en el puerto empezaron perpetrarse los asesinatos y los ajustes de cuentas entre los grupos criminales.
Sobre este punto, el padre Mendoza señala: "En varias zonas de Guerrero se están presentando pugnas entre los cárteles de la droga. En la Costa Grande, sobre todo en los municipios de Tecpan, Petatlán y Zihuatanejo, se está posicionando el Cártel de Jalisco, que ha logrado replegar hacia Michoacán a Los Caballeros Templarios.
"En la Tierra Caliente y en el centro del estado tienen más presencia Los Rojos, que derivan del grupo de los Beltrán Leyva. Pero también se habla de la presencia de Los Zetas.
"Y en Acapulco hay una pulverización de grupos. Pero los predominantes son el Cártel Independiente de Acapulco, que controla la zona urbana, y La Barredora, cuya presencia se observa principalmente en el área suburbana".
El sacerdote sintetiza: Toda la trama del crimen organizado ya se incubó en la sociedad guerrerense y tiene un componente social muy fuerte: "Por citar un caso; aquí en Acapulco todo el sector del comercio informal está funcionando a partir de la dinámica implantada por los grupos criminales. Por eso es un desatino del Estado aplicar una estrategia militar y policiaca para combatir el problema. Primero debe haber oportunidades de desarrollo para la población".
Ante este escenario, advierte que si las víctimas no son atendidas pueden convertirse en victimarios por sus deseos de venganza, "y así caemos en una espiral de violencia incontenible". Por eso, puntualiza Mendoza, el enfoque global de este trabajo es la construcción de la paz. "En este momento evangelizar en México es construir la paz. Mi trabajo cotidiano se inspira en la exhortación del Papa Francisco Evangelii Gaudium, que considero programática de su pontificado".
RODRIGO VERA
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