La prostituta y terapeuta sexual Concha Borrell es una de las profesionales que imparte los cursos de sexo de pago que se están celebrando en Barcelona.
“Trabajar en el mundo del sexo de pago no es sencillo”. Bajo esta premisa y, después de siete años de experiencia en el sector de la prostitución, la terapeuta Conxa Borrell ha decidido emprender una promesa que se hizo a ella misma cuando empezó a trabajar con sus primeros clientes: montar unos cursos de asesoramiento para aquellas mujeres que empezaban o que querían tener más información acerca del sexo de pago. La soledad o la vergüenza son, según Borell, dos de los estigmas a los que se tiene que enfrentar una puta que quiere ejercer libremente su profesión.
La terapeuta cree que la palabra puta les da poder y anima a la sociedad a dejar los prejuicios morales a un lado y a humanizar el sector del sexo de pago y a sus clientes, a los que considera hombres normales con muchas carencias afectivas: “El mantra que tanto se repite de que los clientes nos vejan, nos humillan y nos violan cada vez que tenemos una cita con ellos, es falso”. Borrell rechaza las críticas que han recibido estos cursos por parte de algunos colectivos de mujeres y confiesa haberse sentido “vejada, humillada y violada por sus comentarios y mentiras que cuentan de un trabajo del que no conocen absolutamente nada”. La primera convocatoria de estos cursos organizados por la Asociación de Profesionales del Sexo (APROSEX), y que también cuenta con la asesoría de la psicóloga clínica Cristina Garaizábal, tuvo tanto éxito de convocatoria que han decidido hacer una segunda sesión este mismo fin de semana.
-¿Qué les ha llevado a impulsar un curso de prostitución?
-Esta iniciativa surge en el momento en el que yo empiezo a trabajar como prostituta, hace ocho años. En ese instante, yo no sabía a quién dirigirme, a quién preguntar, dónde tenía que llevar a mis clientes, cómo manejarlos, etc. Fue ahí cuando pensé cómo era posible que no hubiera alguien que impartiera un curso para las que empezamos.
-Se sentía insegura, vaya.
-Es un sector en el que te encierras dentro de cuatro paredes con alguien que no conoces de nada, y tu trabajo consiste en crear un clima íntimo. Eché mucho de menos que alguien me enseñara a manejar todo esto, así que me prometí a mí misma que, si continuaba en el sector del sexo de pago, tarde o temprano sería yo la que impulsaría esta iniciativa.
-¿Cómo se sentía usted en ese momento, y en quién confió?
-La soledad es lo peor de este trabajo. Hacer sexo con desconocidos es algo que asumes en el momento en el que decides dedicarte a la prostitución, pero vives la soledad de no poder contarle a nadie cómo te estás ganando la vida, tener que mentir a la gente que vive contigo, incluso a tus padres o a tu propia pareja. Significa inventarte una vida paralela para justificar unos ingresos de dinero que te hacen sentir mal y culpable, no porque estés haciendo algo malo, sino porque si eres prostituta la sociedad te señala.
-La palabra puta no tiene ninguna acepción positiva en nuestro entorno…
-A mí me gusta utilizar la palabra puta porque creo que da poder a las trabajadoras sexuales. Es nuestra palabra.
-¿Se hizo puta por necesidad económica?
-En el momento en el que tomé esta decisión tenía dos trabajos, pero no ganaba lo suficiente como para mantenerme. Mantuve el trabajo como contable en una empresa de servicios, mientras que por las tardes empecé a ejercer como puta.
-¿Su entorno entendió esa decisión, o se vio obligada a crear una vida paralela?
-Estuve cuatro años en el armario, sólo llevo tres fuera de él. Te puedo asegurar que estos tres años han sido de lo más gratificantes.
-¿Por qué decidió contarlo?
-No puedes vivir así. ¿Sabes lo que es mirar a los ojos de la gente a la que quieres y mentirles todos los días sobre las cosas que habías hecho? ¿Mentir a tu hijo cuando te pregunta por qué has llegado tarde ese día? Para las madres, las personas más importantes en la vida son nuestros hijos, y lo que yo llevaba peor era mirarle a los ojos a mi hijo y tener que mentirle.
-¿Usted cree que en nuestra sociedad se puede ejercer la prostitución y llevar una vida convencional?
-Está claro que no todos los hombres están capacitados para entender que tu trabajo es acostarte con otros hombres. Necesitas una pareja con una mente abierta, pero nuestra vida, en general, es absolutamente convencional. Nosotras no vamos por la calle con el cartelito de “soy puta”: vamos a comprar al mercado, llevamos a nuestros hijos al colegio, somos hijas, madres o hermanas. No vivimos de espaldas a la sociedad sino que formamos parte de ella.
-El sexo es adictivo. ¿Ha pensado alguna vez en dejarlo y no ha podido?
-¿Porque necesito sexo? No. El sexo no es adictivo, a no ser que tengas una enfermedad concreta y, en ese caso, son personas que no se dedican al sexo de pago porque dependen mucho de sus impulsos, pero no como una profesión. Nuestro trabajo es mucho más que dedicarse al sexo, una penetración o abrir la boca para hacer una felación. El sexo es algo mucho más amplio, hay que crear un espacio cálido en el que tanto tú como la persona que acabas de conocer puedan estar cómodos. Los clientes del sexo de pago son los mismos hombres que andan por las calles. Nada les define como puteros al igual que a nosotras nada nos define como a putas. El sexo no es una droga, no crea una adicción a no ser que estés predispuesto a ello. Hay muchísimas mujeres que lo dejan porque no les gusta el trabajo que hacen: logran sus objetivos y desaparecen.
-Veo que su discurso trata de humanizar la profesión del sexo de pago…
-Cuando el hombre busca sexo de pago, ya sea ojeando la sección de contactos o a través de internet, y se fija en las mujeres que se ofertan de manera libre y voluntaria, cree realmente que está buscando un desahogo sexual y que lo que va a tener es una relación sexual fantástica, sin ataduras; y aquí paz y después gloria. Normalmente, lo que luego te encuentras son seres humanos que tienen sus problemas y sus carencias afectivas, y que cuando están en una habitación encerrados contigo te suelen pedir más que les acaricies la espalda y el pelo, a que les hagas un trabajo puramente sexual. Se notan mucho las carencias afectivas en este trabajo y, por ello, uno de los refuerzos en el curso trata de enseñar a las mujeres a dar y a recibir el cariño que nos dan a nosotras.
-¿Es habitual que reciban cariño de sus clientes?
-Muchísimo. El primer interesado en que el contacto salga bien es el propio cliente que es el que paga. Por la cuenta que le trae, él ya intenta crear un clima de confianza, tranquilidad y de seguridad para que te sientas cómoda. Eso crea una empatía entre los dos de mucho cariño y humanidad. Es lo que se viene llamando el sexo afecto que, a veces, es mucho más efectivo que el sexo a secas. Una de las cosas que más les gusta a los hombres es proporcionar placer, les encanta. Una relación sexual de pago es exactamente igual que una de no pago, lo único que hay un sobre de por medio que cierra todas las normas que queramos imponer nosotras al cliente. Una buena profesional tiene que ser una buena amante, tiene que saber resolver problemas por estrés, una eyaculación precoz, etc.
-¿Hasta al punto que, al final, no se acaba consumando el acto sexual?
-Pasa muchas veces.
-¿Esa faceta humana es más habitual en la prostitución de lujo?
-Este término me aburre. Nosotras tenemos mucho contacto con mujeres que trabajan en la calle y, de hecho, hace tres años tuve la suerte de participar en una ponencia que se hizo en Madrid sobre prostitución para hablar sobre los clientes, y conocí a una chica que captaba a los suyos en un polígono pero que, en el fondo, tenían el mismo perfil que los míos. Le pedían lo mismo que a mí: cariño, besos, caricias, hablar y, muchas veces, se van sin echar un polvo. Normalmente, cuando un hombre busca sexo de pago en la red cree que necesita sexo, pero cuando llega a nosotras se deshace y dejar ver otra carencia mucho más humana y afectiva.
-En el temario de su curso hay varios puntos que insisten en la necesidad o no de enrolarse a esta profesión. ¿Intentan convencer a las mujeres primero para que no ejerzan?
-Dedicamos cuatro puntos de ese curso a desanimarlas (Ríe). Este es un trabajo realmente muy duro, en el que hay que usar mucho la psicología, interactuar mucho con la otra persona. A pesar de lo que diga la sociedad, tú eres un ser humano y el trato es directa e íntimamente con otro ser humano. Cuando les dije a mis amigos o mis hermanos que era una puta no lo entendían, tenían una imagen distinta de lo que es ser puta. En esos cuatro puntos lo que hacemos es decirles “cuidado chicas, porque este es un trabajo para el que no vale cualquiera”. No se trata de convencer a nadie, sino de contar la realidad tal y como es: no es un cuento de hadas, pero tampoco el último eslabón de la sociedad.
-¿Cuál es, entonces, el perfil que hay que tener para ejercer la prostitución?
-La empatía tiene que estar siempre ahí: tienes que estar dispuesta a crear ese clima de cordialidad que tiene el cliente. Tener muy claro las normas que tú tienes: tus horarios, tu manera de trabajar, lo que le pides a los clientes. Les decimos a las chicas que se olviden de todo lo que han visto en los medios de comunicación en los últimos 30 años y que entiendan que ellas son las profesiones y las que llevan las riendas de todas y cada una de las relaciones que mantengan con sus clientes. Las empoderamos muchísimo para que entiendan de una vez que estamos hartas de oír que no somos más que un trozo de carne con ojos tiradas en una cama y que el cliente puede hacer con nosotras lo que le da la gana. No hay nada más falso que esa afirmación. Las chicas deben tener un perfil de terapeuta sexual ya que saber manejarse en ese espacio es muy importante. Hay que trabajarlo todo y esa es la base de una buena profesional, crear ese clima que va desde la primera mirada hasta que le despides.
-Creo que no todas las chicas que se dedican al sexo de pago tienen esta situación tan idílica que me describe. No me negará que hay un tipo de prostitución, desgraciadamente muy visible, en la que las chicas sufren un trato inhumano…
-Eso no es prostitución, eso es trata de personas, y es un delito. Cuando se desmantela una red de personas obligadas a trabajar en talleres clandestinos de costura, nadie dice que se ha desmantelado una red de modistas y sastres. Las mujeres y hombres obligados a trabajar en un régimen de trata y con explotación sexual no son prostitutas o prostitutos, son víctimas de la trata de personas. Prostituta sólo lo es la que decide serlo libremente.
-¿Ese es el perfil de las chicas que acuden a su curso?
-Efectivamente. Hay muchas mujeres primerizas, que realmente quieren aprender a ejercer este oficio, aunque también es cierto que nos hemos encontrado con mujeres que llevan tiempo ejerciendo pero quieren aprender más. Les enseñamos a promocionarse en internet, a crear sus propios perfiles, a que tengan claras cuales son sus decisiones. Todas las profesiones necesitan de información y formación.
-¿Se sorprendió ante la expectación del primer curso?
Muchísimo. Se creó un clima de mucha confianza en el que las mujeres se abrieron muchísimo y contaron cosas muy íntimas, con dudas y preguntas muy interesantes que no habíamos puesto sobre la mesa. Fueron cuatro horas que pasaron muy rápido y salimos con la sensación de que tendríamos que haberlo organizado mucho antes. ¿Por qué nos ha dado tanto miedo decir, sí, soy puta, ¿i qué?
-¿Cuáles fueron las preocupaciones que más afloraron en la primera sesión del curso?
-El hecho de que les pudieran hacer daño. Este estigma que cae sobre el putero de que es un hombre violento, que sólo busca satisfacer su propio placer, que le da igual la mujer que tiene delante, hacerle daño o no. Es un mito falso con el que hay que romper definitivamente. El otro día una mujer muy sabia del Raval nos hizo una reflexión muy, muy dura: “Es absurdo pensar que alguien va a pagarte por pegarte, porque el hombre que quiere pegar a una mujer pega a la suya gratis”. Es una sentencia muy dura, pero cierta. Sólo hace falta echar una ojeada a las estadísticas.
-¿Qué estigma hay que normalizar de un putero?
-¡Que es un hombre normal y corriente! Tendrán un estatus más alto o más bajo pero, al final, las carencias afectivas del ser humano son las mismas.
-¿Las consecuencias anímicas de la estigma de una puta son más demoledoras que las de un putero?
-Sentirte avergonzada, sucia. Recuerdo que durante los primeres meses que ejercí, y a pesar de ducharme tras el último servicio que había realizado, necesitaba llegar a mi casa y volver a ducharme. Pensaba que no le podía dar un beso a mi hijo porque venía de ser puta. Como es algo que nosotras hemos vivido, pero que nadie nos cuenta, y sabemos cómo se siente una con ese estigma, queremos avanzarles los sufrimientos que van a tener para que puedan conocerlos, reconocerlos y solicitar la ayuda que necesiten con otras compañeras y amigas. Eso alivia muchísimo esta tensión.
-Sus cursos de prostitución han sido criticados por algunos colectivos de mujeres. ¿Les sorprende más que afecta?
-Nosotros también somos un colectivo y somos mujeres, ¿no? La gente tiene derecho a emitir su opinión, lo que ya me parece más preocupante es que emitan juicios de valor que, además, están llenos de moralina. Nadie me puede decir que es feminista en el momento en el que se está luchando contra los derechos laborales, políticos y sociales de todo un colectivo de mujeres. Se les ha olvidado lo que es ser feminista. Feministas somos nosotras que estamos dando la cara y estamos luchando por nuestros derechos. Ellas sabrán hacia dónde van, y por qué cada vez tenemos jóvenes más sumisas a sus parejas, o por qué mueren por violencia machista chicas más y más jóvenes. Un poco de autocrítica no les iría mal.
-El modelo del patriarcado suele imponerse en la mayoría de las redes de prostitución, ¿no tiene esta percepción?
-Nostras somos putas, somos mujeres feministas y empoderadas. ¿A qué patriarcado te refieres? Si somos nosotras las que llevamos las riendas de nuestra vida, de nuestra economía, de nuestra sexualidad. Uno de los cursos más importantes del temario es el que enseña a las mujeres a descubrir su sexualidad. No enseñamos a ser las esclavas de nuestros clientes sino a disfrutar del trabajo que hacemos. Muchas mujeres jóvenes de hoy en día aprenden antes a fingir orgasmos que a tenerlos. Tendríamos que plantearnos qué tipo de educación sexual le estamos dando a nuestros hijos en casa y en la escuela.
-¿Se sienten perseguidas en Barcelona con las nuevas ordenanzas municipales sobre el sector?
-En Barcelona y en todas las ciudades. ¿Cómo se puede criminalizar a un cliente si existe una oferta? ¿A cuántos tontos estamos pagando el sueldo todos los meses? Las putas no son víctimas, son trabajadoras. Sé de muchas que se han reunido con el alcalde Xavier Trias para decirle que lo único que quieren son derechos, espacios y horarios para poder trabajar en el Raval y la única respuesta que han recibido es que no se preocupen que podrán ir a los comedores sociales. El alcalde las trata de mendigas cuando son trabajadoras.
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