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En noviembre de 2011, el gobierno mexicano, por conducto de la Secretaría de Relaciones Exteriores, solicitó al Departamento de Estado de Estados Unidos otorgar inmunidad al ex presidente Zedillo, y el gobierno de Washington decidió acceder a esa petición y
Por lo demás, la administración calderonista hace un flaco favor a su propia imagen con la petición a las autoridades judiciales de Estados Unidos de que reconozcan una inmunidad presidencial a todas luces improcedente –pues terminó, en todo caso, el 30 de noviembre de 2000–, y comprueba, con ello, la persistencia de ese vergonzoso acuerdo histórico de cubrir las espaldas a los gobiernos anteriores, el cual ha impedido la impartición de justicia en casos tan añejos como la masacre del 2 de octubre de 1968, la guerra sucia emprendida por los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, los centenares de asesinatos políticos perpetrados durante el régimen de Carlos Salinas y la política de contrainsurgencia puesta en práctica en Chiapas y Guerrero por el último gobierno priísta anterior a la alternancia del año 2000. Se confirma así que la garantía de impunidad a los antecesores en el cargo sigue siendo uno de los hilos de continuidad que recorren los sexenios, independientemente de los colores y de las siglas partidistas de quienes los encabezan.
sugirióal Poder Judicial de ese país que el hoy académico de Yale no debe ser juzgado por el caso Acteal. Paradójicamente, al recurrir a la inmunidad judicial de Zedillo por su condición de ex mandatario como una vía para desactivar el proceso civil en su contra, la defensa del acusado y el propio gobierno mexicano no hacen sino ratificar la percepción pública de su responsabilidad penal en los hechos del 22 de diciembre de 1997.
Por lo demás, la administración calderonista hace un flaco favor a su propia imagen con la petición a las autoridades judiciales de Estados Unidos de que reconozcan una inmunidad presidencial a todas luces improcedente –pues terminó, en todo caso, el 30 de noviembre de 2000–, y comprueba, con ello, la persistencia de ese vergonzoso acuerdo histórico de cubrir las espaldas a los gobiernos anteriores, el cual ha impedido la impartición de justicia en casos tan añejos como la masacre del 2 de octubre de 1968, la guerra sucia emprendida por los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, los centenares de asesinatos políticos perpetrados durante el régimen de Carlos Salinas y la política de contrainsurgencia puesta en práctica en Chiapas y Guerrero por el último gobierno priísta anterior a la alternancia del año 2000. Se confirma así que la garantía de impunidad a los antecesores en el cargo sigue siendo uno de los hilos de continuidad que recorren los sexenios, independientemente de los colores y de las siglas partidistas de quienes los encabezan.
Existe un mundo secreto.
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