La Reina de Inglaterra «renueva» su vocación de servir y reivindica el poder de la «unidad» y de la «familia»
A la salida de la misa en la que participó Isabel II el domingo cerca de su residencia privada de Sandringham, un niño se acercó a ella y le regaló un paquete de caramelos de tofe. La reina, que había recibido ya numerosos ramos de flores y muestras de cariño y agradecimiento de varios vecinos congregados para la ocasión, lo cogió y se lo entregó a su marido, que caminaba detrás. «Este es para ti», dijo al Duque de Edimburgo, según uno de los presentes.
Tras 60 años con ella como soberana, una inmensa mayoría de los habitantes de los 16 países en los que reina le acepta casi como un miembro más de la familia. Le han visto criar en «casa» a sus cuatro hijos, algunos le recuerdan aún como voluntaria durante los bombardeos nazis de Londres —que alcanzaron hasta nueve veces el palacio de Buckingham—, y la mayoría reforzó con satisfacción esa familiaridad cuando un periodista encubierto desveló en 2003 que Su Majestad desayuna cereales que guarda en unos «tupperware» de plástico.
«Cabeza despejada»
Isabel II es, a punto de cumplir 86 años en abril, hoy día una abuela feliz con más de 30 ahijados que lleva gafas de leer y pastillas de menta en el bolso. Una servidora del Estado modélica, según la mayoría de comentaristas, que hace tiempo que ha desmontado la célebre tesis de los Sex Pistols de «Dios salve a la Reina, que no es siquiera humana»... El propio primer ministro, David Cameron, se refirió ayer al papel de la soberana en la vida nacional. «Malinterpretan la Constitución y subestiman a la Reina» quienes caracterizan la monarquía de «ornamento centelleante» o de «decoración en nuestra vida nacional», aseguró el duodécimo «premier» británico del reinado de Isabel II en un mensaje de agradecimiento por su «magnífico servicio» al país. El presidente e
scocés, el nacionalista Alex Salmond, alabó por su parte la «gracia y distinción con la que ha servido al país» todo este tiempo.
Las celebraciones ayer de los 60 años de la llegada al trono de la hija mayor de Jorge VI fueron discretas y comedidas, como comedido es el fervor monárquico en Gran Bretaña. «Hace un gran trabajo», nos dice William, sin pose ni pasión, antes de entrar a un pub en Kensington. Por la mañana, la Reina visitó una escuela infantil en Norfolk, donde asistió a una representación musical. En Londres, la Artillería Montada del Rey celebró el evento con las tradicionales 41 salvas de honor en Hyde Park, en una representación con cañones y soldados con uniforme de finales del siglo XVIII a caballo que el paisaje nevado de estos días convirtió en una escena sacada de la campaña rusa de Napoleón.
En el mensaje emitido ayer, Isabel II destaca que «en este año especial, mientras renuevo mi servicio a vosotros, espero que tengamos presente el poder de la unidad y la fortaleza de la familia, la amistad y la buena vecindad». La octogenaria monarca asegura mirar al futuro con «la cabeza despejada y el corazón caliente», resumiendo así 60 años de entrega.
0 comments so far,add yours