Desde el viernes 14 de septiembre de 1492, la tripulación de las tres carabelas, La Niña, La Pinta y La Santa María, al comando de Cristóbal Colón, tenía esperanzas de divisar tierra, ya que avistaron un pájaro y encontraron restos de juncos flotando en el agua.


Las naves habían zarpado desde el 3 de agosto, con el plan de llegar a Las Indias Orientales por una nueva ruta. “Vine a la villa de Palos, que es puerto de mar, adónde yo armé tres navíos muy aptos”, cuenta el propio Colón en su diario. “Y partí del dicho puerto muy abastecido de mucha gente de mar, a tres días del mes de agosto del dicho año en un viernes, antes de la salida del sol”, dice Colón en su Diario de Viaje.
Semanas transcurrieron hasta que comenzaron a hallar indicios de una probable costa, que no se divisaba. Entre alcatraces y gaviotas, vientos tibios y lloviznas a las que no estaban habituados, los navegantes comían ansias. El Diario es elocuente.

 

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