La afición de ambos equipos se hizo notar con cánticos y porras, sin embargo, fue la de los locales, ya que se impuso durante la mayor parte del encuentro.
Cada vez que los universitarios querían entonar su tradicional Goya, estos últimos eran callados por el audio local y la rechifla de los cementeros. Poco a poco las acciones del encuentro hicieron que la situación cambiara hasta el punto en el que los vestidos de azul enmudecieron y permitieron que el Goya se escuchara en plenitud.
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