Los estudios de opinión que las casas encuestadoras están realizando para "medir" las preferencias electorales de los mexicanos frente a los candidatos que van por la Presidencia de la República: Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y el señor Quadri, indican, números más, números menos, que Peña Nieto les lleva una ventaja arrolladora. Ante Vázquez Mota, su más cercana competidora y también ante Andrés Manuel, la diferencia es tal que si ahora fueran las elecciones el resultado sería una tunda de 2 a 1.
Desde que en México las elecciones son competitivas, un poco más de dos décadas, no se había visto una distancia semejante entre el primero y el segundo posicionados. No ocurrió como fenómeno nacional en la elecciones de 1988 (o será difícil saberlo), entre Clouthier, Salinas y Cárdenas; tampoco en la elección de 1994 entre Diego Fernández de Cevallos, Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas; tampoco en la del 2000 entre Vicente Fox, Labastida y Cárdenas; y no ocurrió en el 2006 con Calderón, Obrador y Madrazo.
Descifrar las razones, creencias, miedos o esperanzas que motivan a los electores para preferir, y llegado el momento votar por un candidato y no por otro, y cómo alentarlas o desvirtuarlas, es la piedra filosofal de los estrategas de cada candidato. Quien domina esta metodología, este arte o la intuición para saberlo, tiene en sus manos el arma política que le puede dar el triunfo electoral.
Seguramente los estrategas panistas, perredistas y nuevoaliancistas -y también los sorprendidos priístas-, quisieran saber qué es lo que pasa por las cabezas de quienes votarán el 1 de julio. Cómo es que se ha constituido Peña Nieto en el candidato puntero, al que sólo podrán desplazar y ganar si semanalmente le arrebatan dos puntos y medio en las preferencias, lo cual es muy difícil.
En este ejercicio por saber el origen del repunte priísta caben crudamente las siguientes preguntas: ¿Es que los electores han perdido la memoria histórica y el pasado del priísmo se ha perdido entre la bruma de los años y el peso de los problemas contemporáneos? ¿Creen a pie juntillas que la inseguridad es responsabilidad del presidente panista y el combate al narco un fracaso pleno y votar contra el PAN es votar por la paz? ¿Están convencidos de que el panismo no cumplió en doce años lo prometido, entre otras cosas la creación de empleos y es tiempo de mirar hacia otro partido o candidato? ¿Están creyendo que el priísmo, independientemente de historias y calificativos, garantiza experiencia para gobernar? ¿Creen, como sea, así sea la vía publicitaria, que EPN fue un excelente gobernador y en consecuencia será un buen presidente de la República como pronóstico lógico? ¿Creen que la alternancia en favor del PRI por voto útil es buena para México, toda vez que la izquierda ha perdido competitividad debido a su eterna conflictividad mezquina y los pésimos gobiernos en algunas entidades como Zacatecas, Guerrero y Michoacán, y la derecha en doce años no supo aprovechar la oportunidad para hacer las cosas diferentes, sobre todo diferentes a las que por 70 años hizo el PRI?
¿Perciben los probables electores del 1 de julio que el PAN, el PRD y Nueva Alianza, no presentan candidatos suficientemente sólidos en términos de discurso, de personalidad, de credibilidad, de contundencia? ¿Se inclinan por EPN porque la propaganda anti PAN ha sido más eficiente, por llegar con mayor persuasión a los electores que la generada por la presidencia calderonista en torno a la magnitud de las obras de su gobierno? ¿O porque son tan evidentes las vulnerabilidades del gobierno panista que la propaganda en contra adquiere relevancia y credibilidad? ¿Es entonces un hecho que amplios sectores de la sociedad perciben como mal gobierno al del PAN y en consecuencia éste sea merecedor del castigo electoral?
¿Es fuerte la candidatura de Peña Nieto porque sectores importantes de los llamados poderes fácticos le han coqueteado y le están apoyando? ¿O es fuerte porque el PRI como partido ha sido más eficaz para mantener y ampliar su base de apoyo social de cara al resto de los partidos que no han logrado la meta de mantener una presencia nacional competitiva? ¿La fortaleza es debida a que los gobernadores priístas han sido más eficaces para impactar positivamente en la organización regional del PRI, garantizado bases electorales firmes?
¿Peña Nieto ha crecido porque el PRI ha sabido generar un estado de ánimo esperanzador entre una población desencantada por la lentitud con que se han dado los cambios, cosa que no pudo realizar el PAN desde el gobierno federal ni abanderar el PRD y alentar desde los gobiernos estatales que dirigió? ¿O simplemente creen en que votarán no por el mejor sino por el que creen que es el menos peor, porque al fin de cuentas no es una competencia entre buenos candidatos, sino entre candidatos de medianía?
O tal vez todas las preguntas sean pertinentes para entender las causas que han generado que Peña Nieto encabece las preferencias electorales con números tales que el viejo priísmo, el de hace más de 20 años, envidiaría con profunda nostalgia. O tal vez sea una ilusión de relativismo político, es decir, no estamos ante un priísmo y un candidato fuerte, sino ante una oposición de derecha y de izquierda profundamente débiles e incapaces para ser fuerzas ganadoras.
Desde que en México las elecciones son competitivas, un poco más de dos décadas, no se había visto una distancia semejante entre el primero y el segundo posicionados. No ocurrió como fenómeno nacional en la elecciones de 1988 (o será difícil saberlo), entre Clouthier, Salinas y Cárdenas; tampoco en la elección de 1994 entre Diego Fernández de Cevallos, Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas; tampoco en la del 2000 entre Vicente Fox, Labastida y Cárdenas; y no ocurrió en el 2006 con Calderón, Obrador y Madrazo.
Descifrar las razones, creencias, miedos o esperanzas que motivan a los electores para preferir, y llegado el momento votar por un candidato y no por otro, y cómo alentarlas o desvirtuarlas, es la piedra filosofal de los estrategas de cada candidato. Quien domina esta metodología, este arte o la intuición para saberlo, tiene en sus manos el arma política que le puede dar el triunfo electoral.
Seguramente los estrategas panistas, perredistas y nuevoaliancistas -y también los sorprendidos priístas-, quisieran saber qué es lo que pasa por las cabezas de quienes votarán el 1 de julio. Cómo es que se ha constituido Peña Nieto en el candidato puntero, al que sólo podrán desplazar y ganar si semanalmente le arrebatan dos puntos y medio en las preferencias, lo cual es muy difícil.
En este ejercicio por saber el origen del repunte priísta caben crudamente las siguientes preguntas: ¿Es que los electores han perdido la memoria histórica y el pasado del priísmo se ha perdido entre la bruma de los años y el peso de los problemas contemporáneos? ¿Creen a pie juntillas que la inseguridad es responsabilidad del presidente panista y el combate al narco un fracaso pleno y votar contra el PAN es votar por la paz? ¿Están convencidos de que el panismo no cumplió en doce años lo prometido, entre otras cosas la creación de empleos y es tiempo de mirar hacia otro partido o candidato? ¿Están creyendo que el priísmo, independientemente de historias y calificativos, garantiza experiencia para gobernar? ¿Creen, como sea, así sea la vía publicitaria, que EPN fue un excelente gobernador y en consecuencia será un buen presidente de la República como pronóstico lógico? ¿Creen que la alternancia en favor del PRI por voto útil es buena para México, toda vez que la izquierda ha perdido competitividad debido a su eterna conflictividad mezquina y los pésimos gobiernos en algunas entidades como Zacatecas, Guerrero y Michoacán, y la derecha en doce años no supo aprovechar la oportunidad para hacer las cosas diferentes, sobre todo diferentes a las que por 70 años hizo el PRI?
¿Perciben los probables electores del 1 de julio que el PAN, el PRD y Nueva Alianza, no presentan candidatos suficientemente sólidos en términos de discurso, de personalidad, de credibilidad, de contundencia? ¿Se inclinan por EPN porque la propaganda anti PAN ha sido más eficiente, por llegar con mayor persuasión a los electores que la generada por la presidencia calderonista en torno a la magnitud de las obras de su gobierno? ¿O porque son tan evidentes las vulnerabilidades del gobierno panista que la propaganda en contra adquiere relevancia y credibilidad? ¿Es entonces un hecho que amplios sectores de la sociedad perciben como mal gobierno al del PAN y en consecuencia éste sea merecedor del castigo electoral?
¿Es fuerte la candidatura de Peña Nieto porque sectores importantes de los llamados poderes fácticos le han coqueteado y le están apoyando? ¿O es fuerte porque el PRI como partido ha sido más eficaz para mantener y ampliar su base de apoyo social de cara al resto de los partidos que no han logrado la meta de mantener una presencia nacional competitiva? ¿La fortaleza es debida a que los gobernadores priístas han sido más eficaces para impactar positivamente en la organización regional del PRI, garantizado bases electorales firmes?
¿Peña Nieto ha crecido porque el PRI ha sabido generar un estado de ánimo esperanzador entre una población desencantada por la lentitud con que se han dado los cambios, cosa que no pudo realizar el PAN desde el gobierno federal ni abanderar el PRD y alentar desde los gobiernos estatales que dirigió? ¿O simplemente creen en que votarán no por el mejor sino por el que creen que es el menos peor, porque al fin de cuentas no es una competencia entre buenos candidatos, sino entre candidatos de medianía?
O tal vez todas las preguntas sean pertinentes para entender las causas que han generado que Peña Nieto encabece las preferencias electorales con números tales que el viejo priísmo, el de hace más de 20 años, envidiaría con profunda nostalgia. O tal vez sea una ilusión de relativismo político, es decir, no estamos ante un priísmo y un candidato fuerte, sino ante una oposición de derecha y de izquierda profundamente débiles e incapaces para ser fuerzas ganadoras.
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